martes, 20 de enero de 2015

MOMENTOS DEL CAMINO

Llega de repente. No importa que lleves meses deseándolo o que cada dos por tres te sorprendas pensando otra vez en ello. Ni siquiera lo sabes cuando llega el gran día, da igual que lleves nueve horas o varias noches sin dormir. Nunca sabes cuando va a suceder. Tampoco importa lo cansado que estés, si estás pletórico o si el agotamiento ya no te deja ni pensar ni ver; te anestesia y te fortalece. Desaparecen los dolores y tus piernas vuelven a ser tuyas, los pies ensangrentados por las ampollas vuelven a sentirse cómodos dentro de las zapatillas., puedes erguirte dignamente y acelerar el paso. Es el momento más deseado, nada es comparable y la sensación que produce es adictiva. Es el instante en el que la incertidumbre se convierte en certeza y las dudas, todas, se desvanecen. Es el instante en el que te das cuenta de que llegarás a la meta. Así es, efímero e intenso, como un amor de verano. Es un latido o una zancada. Le da sentido a todo lo pasado y cimienta los proyectos de futuro.
La meta reconforta siendo un alivio que compensa las dificultades del camino, los miedos, el dolor y el cansancio. La meta es como el cobijo del abrazo de un amigo verdadero, como regresar a casa después de haber estado demasiado tiempo ausente, como despertase junto a la mujer que amas desvelado por un mal sueño. Es sentirse vivo y afortunado, sentirse completo. Sentir. 
En la meta todo termina y lo convierte todo en pasado, por eso la verdadera felicidad reside en ese instante en que sabes que lo conseguirás, en ese presente que disfrutas y saboreas mientras te acercas a su fin.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si todo eso es la meta, tú eres la nuestra.