martes, 20 de enero de 2015

MOMENTOS DEL CAMINO

Llega de repente. No importa que lleves meses deseándolo o que cada dos por tres te sorprendas pensando otra vez en ello. Ni siquiera lo sabes cuando llega el gran día, da igual que lleves nueve horas o varias noches sin dormir. Nunca sabes cuando va a suceder. Tampoco importa lo cansado que estés, si estás pletórico o si el agotamiento ya no te deja ni pensar ni ver; te anestesia y te fortalece. Desaparecen los dolores y tus piernas vuelven a ser tuyas, los pies ensangrentados por las ampollas vuelven a sentirse cómodos dentro de las zapatillas., puedes erguirte dignamente y acelerar el paso. Es el momento más deseado, nada es comparable y la sensación que produce es adictiva. Es el instante en el que la incertidumbre se convierte en certeza y las dudas, todas, se desvanecen. Es el instante en el que te das cuenta de que llegarás a la meta. Así es, efímero e intenso, como un amor de verano. Es un latido o una zancada. Le da sentido a todo lo pasado y cimienta los proyectos de futuro.
La meta reconforta siendo un alivio que compensa las dificultades del camino, los miedos, el dolor y el cansancio. La meta es como el cobijo del abrazo de un amigo verdadero, como regresar a casa después de haber estado demasiado tiempo ausente, como despertase junto a la mujer que amas desvelado por un mal sueño. Es sentirse vivo y afortunado, sentirse completo. Sentir. 
En la meta todo termina y lo convierte todo en pasado, por eso la verdadera felicidad reside en ese instante en que sabes que lo conseguirás, en ese presente que disfrutas y saboreas mientras te acercas a su fin.

domingo, 30 de noviembre de 2014

RECORDANDO

El tiempo pasa y las experiencias se acumulan. Mirar atrás y recordarlas me sirve para saber que nunca serán suficientes. Me apetecía hacer algo solo. Algo largo y con tintes de aventura, donde hubiese que improvisar y sentir. Empecé a darle vueltas a esa idea y sin darme cuenta el 23 de julio estaba subido en un avión con destino Sevilla con dos botes de agua, dos pantalones cortos, un calzoncillo, dos camisetas, una gorra, dos pares de calcetines, una bayeta de cocina, gel, champú, cepillo de dientes, 3 barritas energéticas, carnet de identidad, dinero, tarjeta de crédito, móvil y cargador. La aventura estaba servida.
La idea era hacer el trayecto de Sevilla a Zarza la Mayor por el GR-100, más conocido como Vía de la Plata, en 5 días; aunque en realidad lo único que buscaba era estar unos días corriendo solo y ver qué me deparaba el camino.
A las 12:00 estaba saliendo del aeropuerto con 32 grados en el termómetro y a las 14:00 ya había hecho un rato el turista, así que, después de comer, decidí no perder el día y pasear hasta Guillena. Me separaban unos 20 kilómetros de distancia. Los 47 grados que encontré en el camino fueron una buena advertencia de lo que me esperaba. Lo que no encontré fueron sombras o peregrinos.


El despertador me sacaba de la cama del albergue municipal de Guillena a las 5:00, había que aprovechar el tiempo antes de que el sol abrasara, así que a las 5:30 la luz de mi frontal ya iluminaba el camino. Ahí estaba yo, en medio de la noche corriendo contra el amanecer, esforzandome por encontrar las marcas del camino y en vilo por los cientos de ojos de animales que acechaban desde la oscuridad mucho más asustados que yo.
Los primeros kilómetros pasan rápidos pero a eso de las 12:00 hay que bajar el ritmo debido a la temperatura. A partir de las 14:00 correr es una temeridad con el termómetro por encima de los 44 grados y sin un alma en el camino. El excesivo calor y lo distanciados que están unos pueblos de otros, entre 15 y 20 kilómetros, me obliga a llevar dos litros y medio de agua encima.
En las horas de más calor solo puedo caminar y se me hace eterno. A las 18:00 llego a Monesterio, primer pueblo de la provincia de Extremadura, con 80 kilómetros en las piernas y una insolación preocupante. Me cuesta conciliar el sueño, el cuerpo me arde y me desilusiona la idea de tener  que caminar más que correr, sé que estoy cansado y que es el cansancio el que está pensado por mí, así que no le doy más vueltas y procuro descansar lo máximo para la etapa de mañana.

Cuando el despertador suena a las 5:30 me cuesta levantarme. Estoy cansado y no tengo ganas de salir de la cama, doy varias vueltas y tras varios minutos decido incorporarme. Estoy pagando las horas bajo el sol de estos dos últimos días: la cabeza me duele y el dolor se agudiza con cada movimiento, unas náuseas repentinas me avisan de que siempre se puede estar peor. Me recuesto sobre la cama otra vez y consulto en el móvil los horarios de los autobuses que van a Cáceres. No hay problemas, sale un autobús cada hora. Sé que no estoy en condiciones de correr, pero ya que estoy aquí... Decido tomármelo con calma: intentaré desayunar algo y si soy capaz de hacerlo saldré a ver si se me pasan el dolor de cabeza y las náuseas. Si es así continuaré, en caso contrario volveré al pueblo y cogeré el primer autobús a Cáceres, es sencillo.
Consigo desayunar mejor de lo que esperaba, sobreviene alguna arcada pero al poco de acabar el malestar desaparece. El dolor de cabeza aún persiste pero confío en que ocurra lo mismo que con el estómago y mitigue hasta desaparecer. Me preparo y salgo. Está amaneciendo y se ve con claridad, aún así me cuesta orientarme y encontrar la salida del pueblo. Solo puedo caminar, si trato de correr cada zancada se convierte en un martillazo en la cabeza. He avanzado unos 5 kilómetros y sigo igual, es hora de tomar una decisión. Me paro en medio del camino, miro hacia atrás y decido continuar, aunque sea hasta el siguiente pueblo... La temperatura de la mañana es baja y me sienta bien. Voy atravesando un banco de niebla tan denso que estoy empapado. Poco a poco me he ido olvidando del dolor de cabeza.  De repente me doy cuenta de que estoy corriendo con una sonrisa en la boca y con más ganas que nunca.

Voy pasando pueblos y a medio día el calor es otra vez insoportable. Los pueblos que cruzo entre las 15:00 y las 17:00 parecen desiertos. Los que me miran desde detrás de los ventanales de bares y tiendas parecen que están viendo a un extraterrestre con gorra sahariana. Los tramos de asfalto son los peores, está tan caliente que la suela de la zapatilla parece de plastilina. Sé que tengo ampollas pero no me molestan, me olvido de ellas y trato de calcular el tiempo que me queda hasta llegar a Villafranca de los Barros, pueblo donde tengo previsto pasar la noche. Desde lo alto de un cerro se ve el pueblo muy cerca, calculo una media horay acelerando el paso gracias a la motivación de ver la meta tan cerca, pero las distancias engañan y el camino serpentea, lo que yo pensaba un rato se convierte en una hora y media  eterna que me hace llegar agotado. Busco un hostal, después de media hora buscando el albergue municipal resulta que está cerrado. Una vez en la habitación comienza la rutina de cada día: ducha de agua fría para bajar lo más rápidamente la temperatura corporal mientras aprovecho para lavar la ropa que volveré a usar mañana. Una vez aseado y sin perder tiempo toca buscar un supermercado para comprar la cena, el desayuno de mañana y todo el líquido que pueda.
Hoy han salido 70 kilómetros y tumbado en la cama preparado para descansar me doy cuenta de que estoy muy cansado y empiezo a preguntarme si tiene sentido continuar y si no he tenido ya suficiente. El calor y la deshidratación están haciendo que las distancias que hago parezcan el doble y estoy mucho más cansado de lo que debería, tanto que sin querer me quedo dormido.



A las 5:30 el despertador me arranca de un sueño placentero y la frustración del despertar se ve compensada por las sensaciones que tengo al incorporarme. Me encuentro sorprendentemente descansado y con energías renovadas. Desayuno sin perder un minuto y preparo varios bocadillos para la primera parte de la etapa de hoy. Hay que aprovechar las horas sin calor para no quedarme pronto sin agua ya que el primer pueblo lo tengo a 27,5 kilómetros. Parece que lo de perderme al salir de los pueblos me ha gustado y lo vuelvo a hacer sumando un par de kilómetros extras. "More kilómetres more fun".
En la primera parte del trayecto avanzo muy rápido, el terreno es completamente llano y solo algún despiste en el camino me hace perder algo de tiempo. En Mérida el calor vuelve a ser sofocante y muy incómodo, pero entrar en esta ciudad viniendo desde Sevilla por la Vía de la Plata y cruzar su majestuoso puente romano, el más largo del imperio, anestesia todo lo demás. Sin duda ese momento lo recordaré para siempre.

Al salir de Mérida espera un tramo de asfalto que continúa más allá del embalse romano de Proserpina. Es el tramo más duro de todo el recorrido. Son las 14:00 y tengo que refugiarme a la sombra de una marquesina de madera, tengo la sensación que me voy a desmayar del calor. Ante este panorama decido acortar la etapa que tenía prevista para hoy y hacer noche en el siguiente pueblo. Me separan sólo 10 kilómetros y como es temprano decido ir la mayor parte del tiempo caminando. Después de 60 kilómetros estoy en Aljucén con la ventaja de tener más tiempo para descansar y sin haber hecho hoy un gasto excesivo.
Esta vez madrugo yo más que el despertador, está programado a las 6:30 pero desde las 6 estoy despierto. No tengo prisa, ayer no pude comprar nada de comida y tengo que esperar a las 7 a que abra el bar del pueblo para desayunar. Una vez terminada la comida más importante del día comienzo la etapa. Tengo las mejores sensaciones de todos estos días, la etapa de ayer fue más corta de lo planeado y hoy he dormido más que nunca. Puedo correr a un ritmo bastante alegre y disfruto de verdad. A los pocos kilómetros, atravesando una dehesa de encinas, entro en la provincia de Cáceres. La sensación es difícil de describir: todas las dudas y preocupaciones del camino desaparecen de golpe, noto como mi cuerpo rebosa energía, me siento en casa, completo y satisfecho. Grito y acelero el ritmo. Corro como si estuviese disputando una carrera, el pulso se dispara y las piernas se quejan pero las ignoro, ya no hay ni baches ni piedras en el camino, no quiero que este instante termine nunca. Llego a Valdesalor, quedan 8 kilómetros para llegar a Cáceres y ya sé que ese será el final de mi aventura. No puede haber mejor final que ese, en mi ciudad. Disfruto cada zancada de este último tramo, el camino ya es conocido y se desliza bajo mis pies sin esfuerzo. Llego a la plaza mayor después de 300 kilómetros y antes de lo deseado. Me premio con una jarra de cerveza y paella mientras admiro la parte antigua de la ciudad y pienso en la siguiente aventura.


martes, 6 de agosto de 2013

EL TIEMPO Y LOS KILÓMETROS PASAN...

... Y lo hacen más rápido de lo que uno cree, sobre todo el tiempo. Hay kilómetros que parecen eternos como los de la subida al collado de Salenques, que parece que no acaban nunca, o los de aquella pájara en el Coll de Nargó; otros sí son eternos y jamás se olvidarán, como ese último kilómetro de la maratón des sables o el primero de la maratón de Barcelona.
Por eso corro. Por los kilómetros que parecen eternos y, sobre todo, por los que lo son. Espero descubrir muchos más, por eso no puedo dejar de buscar. Por eso no he parado de correr.

miércoles, 25 de mayo de 2011

UN BUEN MOMENTO

Como os he contado el año acabó mal. Flojo. Poco kilómetros y pocos entrenos. A estas alturas la situación ha sufrido un giro de 180º. Estoy echando horas y las asimilio bien. El primer trimestre del año fue el más flojo con un total de 98 horas y 42' de entreno. En Abril tocó ponerse las pilas de cara al UTBCN, prueba de la que en breve haré una pequeña crónica, y sumé un total de 66 horas y 45'. En lo que llevamos de este mes voy camino de igualar el volumen del pasado.
He dejado el asfalto y ahora me ha dado por las carreras de montaña, bueno, por las ultramaratones de montaña. La primera fue el Ultra Trail de Barcelona el pasado 14 de Mayo, no he tenido nunca unas sensaciones tan buenas como en aquella carrera, podía correr con total comodidad a 4':30'' el mil cuando llevaba 95 kilómetros en las piernas. Al acabar los 110 kilómetros entré en primera posición con Joxelu Albizuri. Espero estar recuperando bien porque tengo intención de hacer el Ultra Trail del Coll de Nargó el próximo 4 de Junio. Esta vez serán 101 kilómetros y 5000 metros de desnivel positivo. Hoy quiero empezar a entrenar un poquito más en serio.

lunes, 4 de abril de 2011

05/04/2010

Son las 5:50 de la mañana y hace rato que estoy despierto. Tengo la sensación de no haber dormido nada durante la noche. Las horas han ido pasando y yo las he visto todas en mi reloj, miràndolas cada vez más preocupado por no estar descansando. Es difìcil dormir en el suelo lleno de piedras que se clavan en todas partes, y con la funda del saco con la ropa de correr de almohada. Supongo que cuando esté màs cansado dormiré màs. Amanece y los compañeros de haima empiezan a moverse dentro de sus sacos. Por lo que cuentan no soy el ùnico que no ha podido dormir. Me incorporo y me encuentro molido pero poco a poco me voy encontrando mejor. Preparo el desayuno: liofilizado de muesli con chocolate, un cafe doble, una barrita energética y agua, hay que empezar a beber. El día està muy despejado. Por delante esperan 35,5 kilòmetros de piedra y arena y tengo más ganas que ayer, pero sigo teniendo presente que aùn he de correr con la cabeza en lugar de con las piernas. Emplearè la misma táctica tratando de ser económico, no correrè en subidas pronunciadas ni en dunas grandes. Media hora antes de la salida casi todos los corredores están preparados para salir. Se puede ver el nerviosismo en los ojos de cada participante, el ambiente que se vive en las salidas es de una calma tensa, de respeto a lo que viene, solemne. Pocos minutos antes de salir suena el mítico "high way to hell" y el ambiente se destensa, la motivación se dispara y no hay una sola cara sin una sonrisa. Entre compañeros de haima nos deseamos suerte, nos repartimos abrazos y nos regalamos los mejores deseos y consejos que sabemos. Es curioso, pero nos damos los mismos consejos unos a otros una y otra vez, como si el que los dice estuviera tratando de autoconvencerse. Salimos. Primer CP a 11,4 kilómetros. El suelo es un pedregal que obliga a mirar constantemente dònde pones el pie. A medida que pasan los kilómetros el calor va incrementando. Tengo la sensaciòn de que hoy será duro. Voy muy entero y sin darme cuenta estoy en el CP1. Por delante una subida considerable de piedra que hay que afrontar con calma. Al llegar arriba se corre por la arista de la montaña y la vista es espectacular, mil corredores en fila siguen mi camino, su rastro se pierde en el horizonte. Aquí es fácil pisar mal y yo no tengo técnica suficiente para correr por aquí sin riesgos así que espero a descender para volver a correr otro rato. A pesar de todo llevo buen ritmo. La llegada al CP2 se me hace larga porque voy corto de líquido. Dos kilómetros más allà del CP2 (km. 20,3) atravesamos un valle que algùn dìa fue el cauce de un rio, tiene algo mas de 6 kilómetros de ancho y el piso es tierra dura. Al final del valle se levanta una mole de piedra y arena, y a sus pies el CP3 que comienza a verse casi una hora antes de llegar a él. En medio de valle el calor se nota màs, voy mojando de vez en cuando la gorra para bajarme un poco la temperatura. Sigo teniendo buenas sensaciones y disfruto de este momento corriendo sin esfuerzo. Estoy en el CP3, kilómetro 28,8. Como, estiro un poco y relleno los bidones. Al colocarme uno de ellos se me cae al suelo y se derrama todo el agua. Tengo 750 ml en en otro y me quedan menos de 7 kilómetros así que creo que tendré suficiente. Al salir del CP3 se inicia la subida a la mole de piedra. La primera parte es de arena y a pesar de ir andando tengo que parar tres veces a tomar aire. Si lo de ayer fue duro hoy està siendo inhumano. A mitad de la subida aparece la piedra, hay que tener mucho cuidado ya que a momentos hay que agarrarse con las manos para continuar subiendo y un mal movimiento con 11 kilos a la espalda puede hacerte caer. La subida me agota. Dejo pasar a algunos de los que vienen detràs porque voy mucho màs lento. Antes de llegar arriba me he acabado el bidòn de agua. Por fin veo el final de la ascensión, es una duna y hay cuerdas de seguridad para evitar una caida al vacio y otra para ayudar a subir la última rampa de arena. Estoy arriba, me siento y me quito la arena de las zapatillas, las polainas no me cierran bien y me entra mucha arena. Recupero un poco el aliento, espero a que bajen las pulsaciones y comienzo a bajar. Es una bajada pronunciada no muy técnica donde se puede correr. Los pies me duelen a cada zancada del descenso, el dolor y algùn tramo complicado me obligan a andar, sé que llevo alguna ampolla. Sigo bajando y no para de pasarme gente, llego al final de la bajada y de repente aparece un tramo de dunas. El sol quema, los pies se me llenan de arena y no tengo agua. No puede quedar mucho. Entro en las dunas y solo espero que pase alguien para pedirle un poco de agua. Cada vez que subo una duna lo hago con la esperanza de que se vea el campamento, pero en vez de eso aparece otra duna que parece màs grande que la anterior. Me siento varias veces a quitarme la arena de las zapatillas. Tengo sed. Empiezo a estar de mal humor. Quiero llegar. De pronto se ve el campamento muy cerca, como salido de la nada. Siento un gran alivio. Sin querer acelero el paso este último kilómetro y llego. Los pies duelen pero estoy bien de piernas. Llego a la haima, me quito la mochila, me descalzo, fuera calcetines y me quito la ropa de correr para secarla. Tengo una ampolla grande en el pie derecho pero està muy limpia. La espalda me duele y tengo hinchada la zona lumbar del golpeo de la mochila. Esto y los hombros es lo que peor tengo. Decido vendarme la espalda y los hombros para la etapa de mañana. Ahora la carrera sigue. Toca recuperar al màximo y estudiarse el roadbook para la etapa de mañana. He tardado 5 horas y 22 minuto. He entrado el 156 de la etapa y estoy el 156 de la general. No puedo pedir nada màs. No puedo estar màs feliz.

domingo, 3 de abril de 2011

HACE UN AÑO

Sin darme cuenta estaba en medio de la muchedumbre. Todos corrían, era semejante al caos de una batalla. Se oían gritos por todas partes, algunos tropezaban y caían, yo adelantaba a algunos y otros me pasaban a mi. Tenía el corazón al lìmite de sus pulsaciones máximas, como si quisiera salirse del pecho. Me costaba respirar debido al esfuerzo y notaba como la adrenalina hacìa su efecto en mi sangre. Ansiedad y nervios. Tenía ganas de llorar. No veía ninguna cara conocida, estaba perdido. La intensa polvareda, a cada paso más densa, dificultaba la visión. El vuelo rasante de los helicópteros sobre nuestras cabezas aturde aùn más. Tenía la boca seca y el calor me asfixiaba. Todo había empezado repentinamente, sin apenas darme cuenta. Allì, en medio de aquel enorme caos, sonreì de felicidad. Estaba corriendo la Marathon des Sables. La primera etapa la planteo como una toma de contacto. Solo hacen falta un par de kilòmetros para saber de que va esto: los 11,5 kilos de la mochila pesan, en la arena no se avanza y a las nueve de la mañana el termómetro marca 32 grados. Por delante tengo 250 kilómetros, me concentro en acabar los 29 de hoy en las mejores condiciones posibles y con el menor desgaste. Llevo cinco meses convencièndome de que mi carrera tiene que ser de menos a màs. A cada kilometro que pasa tengo mejores sensaciones, voy encontrando mi ritmo y eso ayuda, aunque pienso que quizás vaya demasiado fuerte. Calculo la distancia hasta el primer Check Point para que ni me sobre ni me falte agua. Hidratarme bien y comer constantemente es uno de los puntos fundamentales de la carrera. Hay que ser metòdico. Tampoco tardo en darme cuenta de que los kilometros aquí son mas largos. Donde creo que deberia estar el CP1 (13,4 km.) no hay nada, me quedan algo mas de 3 kilometros para llegar. Tomar referencias en la distancia es difícil, donde calculas un kilómetro en realidad hay cuatro o cinco. Por fin llego a mi primer check point. Me hablan en frances y no me entero de nada. Yo sonrio y digo a todo que sì. Me leen el dorsal y al tiempo que escriben el numero de este en la botella de agua que me dan, agujerean mi tarjeta de control. El chip registra mi tiempo de paso con el pitido caracteristico. No para de llegar gente. Me pongo a la sombra, como media barrita y una pastilla de sal y a correr. Salgo del CP y vuelven las dunas. No dudo y camino, tengo claro que hoy no hay que desgastar. En las subidas mas pronunciadas y en los tramos de dunas he estado caminando. Afronto asi lo que me queda de etapa. Los ultimos 4 kilometros no acaban nunca, se ve el campamento en el horizonte, en medio de la nada, pero por mas que corro la distancia siempre parece la misma. Llego muy entero en la posicion 254 despues de 4h:09', me dan mis 4,5 litros de agua y sin perder tiempo busco mi haima. Me quito la mochila, me siento y me descalzo. Toca ver en que condiciones he llegado. La valoracion es positiva, los pies estan impecables y después de estirar me encuentro entero de piernas. Lo que noto mas cargado es la espalda y tengo un poco de dolor en el hombro. Sin perder tiempo y casi sin recuperar el aliento me tomo 1,5 litros de recuperation, estiro y como. El resto del dia lo paso tumbado y estirando, hidratandome y comiendo, y teniendo muy en cuenta que esta es la parte mas importante, que la carrera son 24 horas al día y que en la haima tambien se corre. Es una carrera contrareloj para recuperar lo màximo posible para la siguiente etapa. Las sensaciones vividas han sido indescriptibles, es imposible explicarlo. Tienes que desear estar allí y llegar a ponerte en la salida para sentirlo. La etapa ha sido dura, mucha duna y mucha piedra. La temperatura ha sido muy alta, supongo que algo normal en el desierto... En la meta la gente se desmayaba o vomitaba, hay que seguir haciendo las cosas bien.

viernes, 1 de abril de 2011

TOTALES

Acaba el primer trimestre del año y toca hacer recuento. No ha sido un buen invierno, así que los números no son para tirar cohetes. Ayer sumé 2h:47' de trail running para completar 26 kilómetros. No sé correr por senderos técnicos y penalizo demasiado. Acabé con muy buenas sensaciones, sin molestias y con las piernas más entenras de lo que pronosticaba a pesar de la dificultad del terreno y del desnivel.

En total estos tres meses he sumado:


24h : 45' de trabajo en el gimnasio.

40h : 12' de carrera

2h : 45' en la elíptica

31h de bici.


En total unas 100 horas de entreno. Poco más de una hora diaria de media. Durante este mes de Marzo, si no hay contratiempos, espero poder estar cerca de estos números. A entrenar!