lunes, 4 de abril de 2011

05/04/2010

Son las 5:50 de la mañana y hace rato que estoy despierto. Tengo la sensación de no haber dormido nada durante la noche. Las horas han ido pasando y yo las he visto todas en mi reloj, miràndolas cada vez más preocupado por no estar descansando. Es difìcil dormir en el suelo lleno de piedras que se clavan en todas partes, y con la funda del saco con la ropa de correr de almohada. Supongo que cuando esté màs cansado dormiré màs. Amanece y los compañeros de haima empiezan a moverse dentro de sus sacos. Por lo que cuentan no soy el ùnico que no ha podido dormir. Me incorporo y me encuentro molido pero poco a poco me voy encontrando mejor. Preparo el desayuno: liofilizado de muesli con chocolate, un cafe doble, una barrita energética y agua, hay que empezar a beber. El día està muy despejado. Por delante esperan 35,5 kilòmetros de piedra y arena y tengo más ganas que ayer, pero sigo teniendo presente que aùn he de correr con la cabeza en lugar de con las piernas. Emplearè la misma táctica tratando de ser económico, no correrè en subidas pronunciadas ni en dunas grandes. Media hora antes de la salida casi todos los corredores están preparados para salir. Se puede ver el nerviosismo en los ojos de cada participante, el ambiente que se vive en las salidas es de una calma tensa, de respeto a lo que viene, solemne. Pocos minutos antes de salir suena el mítico "high way to hell" y el ambiente se destensa, la motivación se dispara y no hay una sola cara sin una sonrisa. Entre compañeros de haima nos deseamos suerte, nos repartimos abrazos y nos regalamos los mejores deseos y consejos que sabemos. Es curioso, pero nos damos los mismos consejos unos a otros una y otra vez, como si el que los dice estuviera tratando de autoconvencerse. Salimos. Primer CP a 11,4 kilómetros. El suelo es un pedregal que obliga a mirar constantemente dònde pones el pie. A medida que pasan los kilómetros el calor va incrementando. Tengo la sensaciòn de que hoy será duro. Voy muy entero y sin darme cuenta estoy en el CP1. Por delante una subida considerable de piedra que hay que afrontar con calma. Al llegar arriba se corre por la arista de la montaña y la vista es espectacular, mil corredores en fila siguen mi camino, su rastro se pierde en el horizonte. Aquí es fácil pisar mal y yo no tengo técnica suficiente para correr por aquí sin riesgos así que espero a descender para volver a correr otro rato. A pesar de todo llevo buen ritmo. La llegada al CP2 se me hace larga porque voy corto de líquido. Dos kilómetros más allà del CP2 (km. 20,3) atravesamos un valle que algùn dìa fue el cauce de un rio, tiene algo mas de 6 kilómetros de ancho y el piso es tierra dura. Al final del valle se levanta una mole de piedra y arena, y a sus pies el CP3 que comienza a verse casi una hora antes de llegar a él. En medio de valle el calor se nota màs, voy mojando de vez en cuando la gorra para bajarme un poco la temperatura. Sigo teniendo buenas sensaciones y disfruto de este momento corriendo sin esfuerzo. Estoy en el CP3, kilómetro 28,8. Como, estiro un poco y relleno los bidones. Al colocarme uno de ellos se me cae al suelo y se derrama todo el agua. Tengo 750 ml en en otro y me quedan menos de 7 kilómetros así que creo que tendré suficiente. Al salir del CP3 se inicia la subida a la mole de piedra. La primera parte es de arena y a pesar de ir andando tengo que parar tres veces a tomar aire. Si lo de ayer fue duro hoy està siendo inhumano. A mitad de la subida aparece la piedra, hay que tener mucho cuidado ya que a momentos hay que agarrarse con las manos para continuar subiendo y un mal movimiento con 11 kilos a la espalda puede hacerte caer. La subida me agota. Dejo pasar a algunos de los que vienen detràs porque voy mucho màs lento. Antes de llegar arriba me he acabado el bidòn de agua. Por fin veo el final de la ascensión, es una duna y hay cuerdas de seguridad para evitar una caida al vacio y otra para ayudar a subir la última rampa de arena. Estoy arriba, me siento y me quito la arena de las zapatillas, las polainas no me cierran bien y me entra mucha arena. Recupero un poco el aliento, espero a que bajen las pulsaciones y comienzo a bajar. Es una bajada pronunciada no muy técnica donde se puede correr. Los pies me duelen a cada zancada del descenso, el dolor y algùn tramo complicado me obligan a andar, sé que llevo alguna ampolla. Sigo bajando y no para de pasarme gente, llego al final de la bajada y de repente aparece un tramo de dunas. El sol quema, los pies se me llenan de arena y no tengo agua. No puede quedar mucho. Entro en las dunas y solo espero que pase alguien para pedirle un poco de agua. Cada vez que subo una duna lo hago con la esperanza de que se vea el campamento, pero en vez de eso aparece otra duna que parece màs grande que la anterior. Me siento varias veces a quitarme la arena de las zapatillas. Tengo sed. Empiezo a estar de mal humor. Quiero llegar. De pronto se ve el campamento muy cerca, como salido de la nada. Siento un gran alivio. Sin querer acelero el paso este último kilómetro y llego. Los pies duelen pero estoy bien de piernas. Llego a la haima, me quito la mochila, me descalzo, fuera calcetines y me quito la ropa de correr para secarla. Tengo una ampolla grande en el pie derecho pero està muy limpia. La espalda me duele y tengo hinchada la zona lumbar del golpeo de la mochila. Esto y los hombros es lo que peor tengo. Decido vendarme la espalda y los hombros para la etapa de mañana. Ahora la carrera sigue. Toca recuperar al màximo y estudiarse el roadbook para la etapa de mañana. He tardado 5 horas y 22 minuto. He entrado el 156 de la etapa y estoy el 156 de la general. No puedo pedir nada màs. No puedo estar màs feliz.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si señor; si que fue un gran trofeo para una gran etapa. La felicidd.
Un abrazo

Rubén dijo...

Ese día estaba en una nube:
Un abrazo.